Ayer, en la típica reunión
de padres de jugadores (en mi caso infantiles), se tocó el tema de los
estudios y de que se les controlarían las notas para jugar o no el partido del
fin de semana. La mayoría de padres asintieron aprobando la medida, pero yo me
negué en rotundo.
Verán, tengo un hijo que suspende,
como todo el mundo, las asignaturas que no le gustan o le dan más pereza,
o para las que no tiene ningún talento. La responsabilidad de ello es mía y
sólo mía.
Está bien que les inculquen el deporte desde el estudio, pero después
de leer un artículo de una compañera de certificación, la
psicóloga “Yolanda Cuevas” (le pedí permiso para publicarlo
porque creo que simplemente es genial), intentaré que hagamos una pequeña
reflexión. Todo el mundo tiene derecho a pensar sobre el tema lo que considere
oportuno y mejor para sus hijos:
¡CASTIGADO! ESTA SEMANA NI
ENTRENAS, NI HAY PARTIDO, ASÍ APRENDERÁS….
Todos conocemos esta frase pero, ¿sirve de algo? Sabemos
la gran lista de beneficios físicos que tiene el deporte:
- fortalece los músculos y
huesos.
- previene la obesidad.
- previene el riesgo de
enfermedades tales como la diabetes.
- puede corregir posibles
defectos físicos.
- ayuda a coordinar
movimientos.
- estimula la higiene y la
salud.
- duermen mejor…
Pero, ¿y cómo herramienta
educativa y psicológica? El cerebro de un niño/a deportista es
más activo, la atención y la concentración toman protagonismo,
escuchan, asimilan, actúan según directrices de sus entrenadores y a la vez se
centran en movimientos sin perder de vista a sus compañeros. Es su día a día en
el entrenamiento.
Su práctica fomenta el ser
perseverante, tolerar el error propio y el de los compañeros y
aprender de ellos como parte del proceso de aprendizaje. Los
niños se sienten de este modo protagonistas activos de su aprendizaje
repercutiendo de una manera valiosísima en su autoconfianza, autoconcepto
y autoestima, compañeros de viaje a lo largo de todas sus vidas.
Cada día que privas a tu
hijo/a de la práctica deportiva impides su desarrollo físico, mental y
de su larga lista de beneficios. Desde pequeños la clave es establecer los
límites con firmeza y alternativas educativas ingeniosas para que el
castigo sea la excepción y no la regla. En muchos casos, el
castigo extingue la conducta de manera puntual, pero la raíz
del problema no se soluciona y muchos niños/as siguen
“haciéndola” cuando pueden o cuando creen que no les ven.
El castigo de moda: “Te dejo
sin…” Está demostrando que no es efectivo y de allí conocidas
expresiones: “le da igual que le deje sin…” Porque para que
sea castigo educativo tiene que suponerle un esfuerzo, algo que le ayuda a
autocontrolarse. Si le castigas sin ir a entrenar no sólo no
hace el esfuerzo que tenía que hacer para desplazarse, sino que además deja de
hacer lo que estaba haciendo, no cumple con el compromiso que tiene con sus
compañeros etc… Es decir, estás fomentando la no responsabilidad. Reflexión:
pautas claras y dialogo en el momento adecuado para
transmitir las normas es la clave para un nuevo comienzo.
Aprenden a socializarse con
nuevos compañeros, a ganar y compartir triunfos, a perder y saber tolerar la
frustración, a experimentar emociones, a controlar la impulsividad en unos
casos y vencer la timidez en otros, a reducir la ansiedad; a respetar las
normas, al entrenador, a los jugadores rivales y a los árbitros. Aprenden
a aumentar su confianza (porque de cada uno depende el resto del
equipo), se crean lazos de ayuda entre ellos, se fomenta la
colaboración, se promueve una mejor gestión del tiempo al tener que
estudiar o hacer deberes, les enseña a fijar metas, les desarrolla habilidades
como el pensamiento estratégico, la capacidad de liderar, se les
desarrolla pertenencia a un grupo con intereses y objetivos comunes, se
les enseña a ser responsables y a cumplir con lo que uno se compromete
y se comienza a desarrollar el hábito deportivo.
Entonces, desde mi punto
de vista como padre, como entrenador y como coach deportivo, ¿qué
ganas castigando a tu hijo sin entrenar o jugar? ¿Tendrá más tiempo para
estudiar? Posiblemente sí, pero ¿usará ese tiempo para ello? Los
expertos dicen que hay un límite, que cada 45 minutos se debe dar un descanso,
¿entrenando a media tarde en lo que les gusta y les motiva? Si tu hijo está muy
comprometido con el grupo, con su deporte, con darlo todo entrenando…
¿Qué mensaje le estamos dando
si le quitamos, por ejemplo, el partido? ¿Se ha esforzado? ¿Ha cumplido
con su compromiso? ¿Crees que debería obtener su premio y apoyarlo el
sábado en la competición? El día es sobradamente largo para que dé
tiempo a todo, sólo hace falta un plan de acción para que organicen su tiempo,
para que aprendan a hacerlo. Dejemos que desarrollen su talento, que
experimenten para encontrarlo. No digo que vivan del deporte y menos del
nuestro, aunque quién sabe s¡ algunos se ganarán la vida con esto el día de
mañana…ya sea jugando, entrenando, arbitrando etc. Lo que sí creo es
que esta forma de aprendizaje les puede aportar otras muchas cosas en su vida.
Nuestra educación está hecha para
sacar personas en serie con un pensamiento y habilidades comunes. Empecemos a
dejar volar el talento de las personas para que luchen por sus sueños. ¿Os
preguntáis que notas sacaban Rafa Nadal, Miguel Induráin, Michael Phelps, etc…?
¿Y si sus padres hubieran coartado su talento por un par de suspensos de mates? Lo
que la sociedad se hubiera perdido…
Pensad que cuando
castigáis a vuestro hijo, castigáis a todo el grupo: al entrenador y a
los padres que no lo hacen. Porque todos somos una gran familia con la que nos
comprometemos al inicio de la temporada y si un miembro de ella falla,
todos lo sufrimos.
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